miércoles, 1 de mayo de 2013

El derecho al aborto


El Estado es necesario y para funcionar necesita de dinero. La forma de mantenerlo consiste en que cada ciudadano aporte una parte de su renta. La renta de algunos es demasiado baja para afrontar otras necesidades que no sean las suyas; por eso, los ciudadanos más pobres no pagan el impuesto sobre la renta.

Con la natalidad para algo parecido. Si en una nación no nacieran los suficientes niños, el país acabaría extinguiéndose. Un pueblo tiene una cultura porque sus hijos la perpetúan. De ello deducimos que la natalidad es necesaria. Se trata de establecer cómo deben contribuir los ciudadanos a ella.

Una mujer, para tener un niño, debe invertir nueve meses de su vida engendrándolo. Después, algunas veces tiene que criarlo y educarlo en solitario. En cualquier caso, cuando tiene un hijo, tiene que invertir una gran parte de sus recursos para sacarlo adelante.

El matrimonio permite que el esfuerzo de criar a un hijo se reparta entre los dos cónyuges. No sólo reparte las cargas, sino que le da más seguridad al hijo al prever la posibilidad de que uno falle y el otro le saque adelante.

La idea de que "hay que tener todos los hijos que nos mande Dios" es absurda. En primer lugar, no está tan claro que Dios los envíe. Si supusiéramos esto, también tendríamos que culpar a Dios de los aludes, los terremotos, los maremotos... La idea de seguir adelante con todos los embarazos conduce a la superpoblación lo cual es un error: algunas especies se han extinguido porque desaparecieron sus predadores. Un bebe es el producto de nueve meses de esfuerzo de una mujer y tarda dieciocho años más en convertirse en un adulto.

Desde luego, el aborto no es el mejor método anticonceptivo. Curiosamente, los mismos que se oponen al aborto suelen oponerse también al resto de los métodos anticonceptivos, lo que lleva que algunas no los usen por ignorancia o por motivos religiosos y se queden embarazadas. Muchas de ellas terminan abortando.

El Estado es el responsable de la defensa de los intereses nacionales y, por lo tanto, de controlar la natalidad. Una natalidad demasiado grande conduce a la superpoblación; otra demasiado baja, a la despoblación. Como decía Aristóteles, "la virtud está en el término medio". Dado que sacar adelante a los hijos es caro, la existencia de anticonceptivos implica que la natalidad tiende a ser menor de lo deseable. La forma de remediarlo no es obligar a algunas mujeres a seguir adelante con embarazos que no desean, sino hacer más atractivo tener hijos para algunas familias.

Aumentar el número de guarderías, reducir su precio u ofrecerlas de forma gratuita contribuye a aumentar la natalidad como también lo hacen fuertes desgravaciones fiscales por cada hijo, la enseñanza gratuita y de calidad -si la gratuita es mala, los padres tienen que pagar más para que sea buena-, libros de texto gratuitos, buenas instalaciones deportivas...

A un empresario no se le puede exigir que invierta en un negocio en el que va a perder dinero. De la misma forma, el Estado no puede considerarse el dueño del cuerpo de una mujer y obligarla a engendrar un hijo durante nueve meses: es un acto de violencia contra la mujer que se convierte durante este periodo en un bien público del que el Estado dispone.

El feto al principio sólo es un grupo de células y es fácil de eliminar. Es un error dejar que el embarazo siga adelante y abortar cuando es un ser antropomorfo: la vida humana no está segura si se permite eliminar seres antropomorfos. Por ello, el embarazo sólo se debe permitir en los primeros meses de gestación.

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