El Estado es necesario y para funcionar necesita de dinero.
La forma de mantenerlo consiste en que cada ciudadano aporte una parte de su
renta. La renta de algunos es demasiado baja para afrontar otras necesidades
que no sean las suyas; por eso, los ciudadanos más pobres no pagan el impuesto
sobre la renta.
Con la natalidad para algo parecido. Si en una nación no
nacieran los suficientes niños, el país acabaría extinguiéndose. Un pueblo
tiene una cultura porque sus hijos la perpetúan. De ello deducimos que la
natalidad es necesaria. Se trata de establecer cómo deben contribuir los
ciudadanos a ella.
Una mujer, para tener un niño, debe invertir nueve meses de
su vida engendrándolo. Después, algunas veces tiene que criarlo y educarlo en
solitario. En cualquier caso, cuando tiene un hijo, tiene que invertir una gran
parte de sus recursos para sacarlo adelante.
El matrimonio permite que el esfuerzo de criar a un hijo se
reparta entre los dos cónyuges. No sólo reparte las cargas, sino que le da más
seguridad al hijo al prever la posibilidad de que uno falle y el otro le saque
adelante.
La idea de que "hay que tener todos los hijos que nos
mande Dios" es absurda. En primer lugar, no está tan claro que Dios los
envíe. Si supusiéramos esto, también tendríamos que culpar a Dios de los
aludes, los terremotos, los maremotos... La idea de seguir adelante con todos
los embarazos conduce a la superpoblación lo cual es un error: algunas especies
se han extinguido porque desaparecieron sus predadores. Un bebe es el producto
de nueve meses de esfuerzo de una mujer y tarda dieciocho años más en
convertirse en un adulto.
Desde luego, el aborto no es el mejor método anticonceptivo.
Curiosamente, los mismos que se oponen al aborto suelen oponerse también al
resto de los métodos anticonceptivos, lo que lleva que algunas no los usen por
ignorancia o por motivos religiosos y se queden embarazadas. Muchas de ellas
terminan abortando.
El Estado es el responsable de la defensa de los intereses
nacionales y, por lo tanto, de controlar la natalidad. Una natalidad demasiado
grande conduce a la superpoblación; otra demasiado baja, a la despoblación.
Como decía Aristóteles, "la virtud está en el término medio". Dado
que sacar adelante a los hijos es caro, la existencia de anticonceptivos
implica que la natalidad tiende a ser menor de lo deseable. La forma de
remediarlo no es obligar a algunas mujeres a seguir adelante con embarazos que
no desean, sino hacer más atractivo tener hijos para algunas familias.
Aumentar el número de guarderías, reducir su precio u
ofrecerlas de forma gratuita contribuye a aumentar la natalidad como también lo
hacen fuertes desgravaciones fiscales por cada hijo, la enseñanza gratuita y de
calidad -si la gratuita es mala, los padres tienen que pagar más para que sea
buena-, libros de texto gratuitos, buenas instalaciones deportivas...
A un empresario no se le puede exigir que invierta en un
negocio en el que va a perder dinero. De la misma forma, el Estado no puede
considerarse el dueño del cuerpo de una mujer y obligarla a engendrar un hijo
durante nueve meses: es un acto de violencia contra la mujer que se convierte
durante este periodo en un bien público del que el Estado dispone.
El feto al principio sólo es un grupo de células y es fácil
de eliminar. Es un error dejar que el embarazo siga adelante y abortar cuando
es un ser antropomorfo: la vida humana no está segura si se permite eliminar
seres antropomorfos. Por ello, el embarazo sólo se debe permitir en los
primeros meses de gestación.
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