miércoles, 31 de julio de 2013

El fiscal general del Estado debe ser elegido directamente

Un día sí y el otro también los chanchullos de los políticos nos sorprenden. Las investigaciones judiciales son lentas y sus delitos suelen prescribir. Si no lo hacen, siempre está el gobierno de turno para indultarle.

Para un político, un político corrupto es, sobre todo, un político: un compañero de partido que puede apoyarle en los distintos comités de los que forma parte y en los que su poder viene dado no sólo por su voto sino por otros votos que puede conseguir otorgando cargos, contratos e incluso sobornos en metálico. Si se ataca a un político corrupto, otros como él -que son muchos- se sentirán amenazados y le negarán su voto a quien lo haga.

Si el fiscal general del Estado lo elige el presidente del gobierno, lo está eligiendo un político que ha sido elegido por otros como él. En la práctica, los políticos están eligiendo a quien les va a acusar y elegirán a la persona más cómoda.

Frente a la realidad de un fiscal para los políticos, está el ideal de un fiscal para la nación: un fiscal que defienda los intereses de los españoles. ¿Cómo se puede lograr esto? No es tan difícil: basta con que, en lugar de elegirlo los políticos, lo elijan los españoles directamente. Para ello, bastaría crear un distrito electoral único y permitir que se presentaran candidatos. Creo que exigir muchos avales lleva a que sólo se puedan presentar los apoyados por los grandes partidos políticos: con un par de miles de firmas sería suficiente.

Un fiscal así elegido perseguiría su reelección siempre que esté bien pagado: si se le paga mal, puede que haga méritos para conseguir ser asesor jurídico en un banco o algo parecido. Por hablar de cifras, pienso en un salario bruto anual de 200.000 euros o más. ¡Los chorizos nos cuestan mucho más dinero!

En realidad, con este sistema los fiscales serían los españoles que se encargarían de buscar a una persona que representara sus puntos de vista. Cómo en los asuntos penales las decepciones son frecuentes, convendría que las elecciones también lo fueran. Creo que el fiscal general del estado debería ser elegido anualmente, aunque el que estuviera en el cargo pueda ser reelegido. De esta forma se evita que el fiscal, una vez elegido, haga amistades en entre los políticos y financieros y se preocupe más de complacer a sus poderosos nuevos amigos que a quienes le han elegido. El fiscal general debe ser una persona que actúe de manera que la mayoría de los españoles esté de acuerdo con él.

Naturalmente, para elegir así el fiscal, hay que cambiar su constitución: algo frecuente en países democráticos como Alemania o Estados Unidos, que la han cambiado muchas veces.

Muchas personas sensibles estamos preocupadas por la soledad de Luis Bárcenas en la prisión de Soto del Real. Un fiscal elegido por los españoles y no sólo por los políticos podría llevar a esa cárcel a algunos de los amigos de don Luis que le harían compañía durante muchos años.