jueves, 31 de mayo de 2012

La energía eólica se puede acumular


Hace unos años, una amiga me presentó a un señor que decía ser el presidente de una de las mayores empresas eléctricas de Italia. Me preguntó qué opinaba de la energía eólica y le respondí que creía que era una de las energías del futuro. A continuación resumo los argumentos que expuse a favor de esta forma de generar energía –en realidad no se genera energía, sino que se toma la energía del viento: “La energía no se crea ni se destruye: sólo se transforma.”-.

Un argumento contra la instalación de aerogeneradores es que la energía eléctrica no es fácil de acumular en grandes cantidades: los condensadores eléctricos tienen poca capacidad y las baterías son caras, pesadas y tampoco pueden acumular mucha carga eléctrica. A veces, el viento produce más energía de la que la red es capaz de recoger y hay que desconectar algunos aerogeneradores.

Es es una falacia que la energía eléctrica no se pueda acumular: cualquier reacción química reversible permite acumular la energía eléctrica. En particular, mediante energía eólica se puede generar hidrógeno mediante la electrólisis química. Me preguntó si eso era viable. Le respondí que, cuando tenía trece años, había producido hidrógeno mediante agua ligeramente salada, una pila de cuatro voltios y medio, un vaso con esta solución y un par de tubos de ensayo: no es difícil hacerlo.

Un problema que aparecía entonces es que el hidrógeno es un gas difícil de manejar. Sin embargo, existen en el mundo muchas empresas que ganan mucho dinero suministrando hidrocarburos y, para ello, hay que manejarlos y transportarlos. En Alemania, hace mucho tiempo se descubrió que se puede unir el hidrógeno y el monóxido de carbono produciendo metano en un horno incandescente. El metano es el principal ingrediente del gas natural, que en España se mueve fácilmente mediante gasoductos y transportes específicos. Además, el metano es fácil de transformar en otros hidrocarburos por parte de la industria química.

La forma más probada para producir metano a partir del hidrógeno es el Proceso Fischer-Tropsch. Existen otros: se pueden unir dióxido de carbono y hidrógeno para producir metano mediante la Reacción de Sabatier. En cualquier caso, la ingeniería química debe trabajar con habilidad para construir instalaciones que contaminen lo menos posible y reciclen los subproductos de las reacciones.

La energía eléctrica producida eólicamente permite producir hidrógeno a partir del agua y sintetizar metano a partir de él. También puede mover los elementos que reciclan los residuos para que la instalación sea lo mejor posible desde el punto de vista ambiental.


Otra forma de aprovechar los excesos de producción de energía eólica es purificar substancias mediante instalaciones químicas movidas por ella: la mayoría de las substancias son útiles cuando son puras o están combinadas en una proporción determinada; cuando están muy mezcladas, son basura. En la basura, hay hierro, oro, plata, cobre… Si se considera la reunión de todas estas substancias basura es porque su concentración es pequeña y están mezcladas unas con otras. Usar la energía eléctrica para separar unas substancias de otras crea valor y reduce la cantidad de basura. La materia prima ideal son los residuos de industrias químicas, que suelen ser ricos en algunas substancias, pero se les considera basura porque las substancias valiosas tienen demasiadas impurezas.

domingo, 6 de mayo de 2012

El error de Marx


Un bien es el resultado de los recursos que se utilizan para producirlo. Normalmente para producir algo hace falta trabajo. Algunas veces lo realiza el dueño de la empresa –es el caso de los autónomos-; pero muchas veces recurre a contratar a otras personas que le prestan un servicio: el trabajo –este servicio es el recurso que aportan al producto-.

El error de Marx fue considerar que el trabajo era el único recurso que daba lugar al producto. El empresario se limitaba a explotar al trabajador.

¿Qué es un empresario? Centrándonos en el producto, el empresario es la persona que reúne y organiza los recursos necesarios para producir un bien. Sin su concurso, este producto no estará en el mercado. Como es lógico, lo hace con intención de obtener un beneficio; pero intentar ganar dinero con su esfuerzo es plausible y, desde luego, mucho mejor que aquellos que intentan hacerlo timando a los demás –desgraciadamente más abundantes de lo que parece-.

El esfuerzo del empresario beneficia a la comunidad de varias maneras. Si un producto no está presente en el mercado, podemos considerar que se ofrece a un precio infinito: ofrezcamos cuanto ofrezcamos no podemos comprar ese bien –ahora- aunque es posible que, si la oferta es generosa, ese bien comience a producirse. Aquí hay que tener en cuenta que, desde el punto de vista económico, el bien no es sólo el artículo que se ofrece sino el momento y el lugar donde se ofrece: si tengo sed, quiero agua aquí y ahora no en Atenas dentro de un año.

El empresario consigue reducir el precio al que se ofrece ese bien ofreciéndolo a un precio finito. De esta forma beneficia al consumidor que tiene la oportunidad de comprarlo. La presencia de más productores y la aparición de competencia contribuirán a que el precio se reduzca.

Por otra parte, dado que uno de los recursos para producir el bien suele ser el trabajo, el empresario ofrece un trabajo al que pueden optar quienes no tienen trabajo o tienen un trabajo peor. Por lo tanto, da una oportunidad a quienes optan por vivir de su trabajo de mejorar sus condiciones de vida.

Dado que el Estado vive de los impuestos que se pagan, el empresario también contribuye a mantener el Estado mediante los impuestos directos e indirectos que paga. Cada unidad de un bien que vende soporta el IVA, que contribuye a mantener el Estado. Por otra parte hace posible que sus empleados y proveedores paguen el impuesto sobre la renta.

El trabajo no es el único recurso que se utiliza para producir algo: son necesarios otros recursos que el empresario tiene que comprar. La demanda de bienes que genera la producción de otro recibe el nombre de “demanda derivada”. De esta forma, estimula la producción, ayuda a hacer negocio a otros empresarios, crea empleo y ayuda a mantener el estado.

Por lo tanto, el empresario honrado no es un enemigo de la sociedad sino uno de sus mejores amigos al que hay que mimar para que siga existiendo.

martes, 1 de mayo de 2012

El delito no puede ser rentable


Supongamos que robo cien millones de euros y la pena es la siguiente: si me pillan, tengo que devolver lo robado; si no, puedo disfrutar de todo el botín. Está claro que, en este caso, robar no tiene ningún riesgo: lo peor que me puede pasar es que me quede como estoy; pero, si me sale bien, ganaré cien millones.

De esto se deduce que, cuando se descubre a alguien que ha robado, la pena que hay que imponérsele debe ser superior a la cantidad que se ha llevado. Desde el punto de vista estadístico, cuanto menor sea la probabilidad de ser castigado, más grave debe ser el castigo, que siempre estará en proporción con la cantidad sustraída. Alguien que se lleva diez millones y tiene pocas probabilidades de ser descubierto no repara su delito si devuelve lo robado, sino cuando paga cinco o diez veces más de lo robado o, si no puede hacerlo, cuando paga en prisión durante muchos años el delito que ha cometido.